¿Tengo un admirador o un problema?

Tal como en muchos de mis cuentos en La última amapola, ahora soy YO el amor platónico de alguien.
Resulta que uno de los tantos vagabundos que pernoctan en la plaza Yungay ya me ha felicitado dos veces. Sí felicitado, por más extraño que parezca.
La primera de las veces se detuvo para decirme:
-Señora la felicito...
-mmm...?
-Por el niño tan lindo que tiene (extendió su mano)
-Gracias (y le retribuí el saludo)
-Y por usted también que es linda, hermosa...
-Gracias (empecé a dejarlo atrás)
Esa primera vez sólo encontré una situación graciosa, amistosa. Además el hombre no parecía ni ebrio, ni volado... sólo simpático.
Hoy fue algo distinto, porque ni miró a Darío sino que directamente me dijo:
-La felicito
(sonrío)
-¿Quiere saber por qué?
-Por qué
-Porque es usted muy liiiinda
(hago una mueca entre sonrisa y desconcierto)
-Gracias (entre dientes)
-Preciosa -insistió-
-Mi amor platónico ¡aaayyy!!!
Con Darío nos miramos y nos reímos. Pero la verdad es que un poco me urge porque no quiero que aquel, que aún me agrada, termine siendo una molestia, si cada día que lo vea sale con lo mismo y cada vez con más confianza. No sé, a ratos creo que está todo bien pues se ve que es un hombre bueno, no tiene cara de loco ni cosa alguna, de hecho habla muy correctamente. A ratos en cambio, me da algo de cosa, porque no sé que es lo que viene, además con esta cara nunca doy miedo a nadie por más que me enoje.
En fin… sigo sin saber que pensar al respecto.
Salu2.