8/18/2009

Ayer mi hijo me sorprendió:

-Bea, por qué estos días estás más callada, más triste y hasta más seria...

No supe que decir, la verdad es que fue como pararme frente a una puerta y luego temer tocar la manilla, no pude ni siquiera asomarme una rendija y sólo dije no sé. Y es verdad, no sé. No sé porque de pronto he preferido las tardes en silencio, porque prefiero mantenerme con ambos pies sobre el suelo y no quiero dejarme llevar por los juegos y las sin razón de muchas veces.
Lo he pensado tal vez sólo sea que temo dejarme llevar por las ideas locas del día a día y terminar acostumbrándome a no tener un trabajo fuera de casa como el reemplazo que estuve haciendo, quizás sea que le temo a la entretención sin sentido de pasar las horas cociendo cosas sin destino o escribiendo aquí, editando fotos, etcétera, todo lo que me entretiene, me absorbe pero no es productivo... no sé

8/11/2009

Necesito un "físico-mátemático"

No me refiero a un estado físico proporcionado (90-60-90) ni mucho menos... me refiero a un sujeto, da igual el sexo, que pueda calcular y por ende descifrar un misterio.
El domingo, me encontré con mi mesa de costura llena de diversas cosas, como suele suceder cuando queda descuidada y la asechan las fieras hambrientas de blancas superficies vacías listas para esparcir cachureos.
Me dispuse y la desocupé de todo lo que no era mío y lo último que saqué fue la plancha. Ésta, la deposité en una repisa, sobre las mismas bolsitas de catálogos de siempre; incluso me preocupé de que la plancha quedara en diagonal dentro de la repisa y no se le asomara nada hacia afuera.
Pasó el tiempo, yo cosía y entremedio sentí un sonido algo violento, pero no lo suficiente como para desconcentrarme.
Después dieron las nueve, mi hijo se acostó y en fin el mundo siguió girando, hasta que me fui a preparar alguna infusión en la cocina, y lo primero que vi fue la plancha.
Ahí estaba, tendida en el suelo, de espaldas a la repisa en que la había dejado y no sólo eso, sino que a dos metros de ella a los que hay que sumarle los otros dos metros de altura de ésta. Como es obvio, llamé a mi esposo y lo interrogué sobre el motivo por el cual, a esta altura ya "mí" plancha, yacía tirada en el suelo. Pero él no tenía respuesta y en cambio, me interpeló diciendo: si es tuya, tú sabrás porqué la has puesto ahí. -Pero yo no lo hice- respondí. Y ahí comenzó mi locura, no, bueno, esa es anterior, pero de todas formas esto aumentó mi paranoia.
Me la he pasado horas intentando entender como una plancha vuela por una cocina y cae a la mitad de ésta, nadie la escucha y encima: funciona como si nada.