Nací en Pitrufquén, ciudad al sur de Chile de donde somos las Pitrufinas.
Me crié en Temuco, una ciudad que siempre me pareció odiosa en el aspecto
humano, creo que es top en todas las ...fóbicas. Allá tuve a mi hijo mayor y
viví con él y mis padres por 3 años.
Al final me vine a vivir a la capital con su cemento polvoriento que se cuela
hasta los huesos. Estuvimos por 8 años en una vivienda en los cielos que me
deprimía un montón porque me hacía reconocer lo chiquita e innecesaria que era
para la vida de la humanidad en el hormiguero de cemento. Ahí se crió mi hijo
mayor desde sus 4 años y me demostró todo el tiempo con su madurez que nunca
dejaremos de maravillarnos. Ahí también nació mi hija, a diez años del primero.
Ella con su porfía y su tenacidad me mostraba otra faceta de la naturaleza de
mis genes.
Ahora, aun en la capital, vivo en un rincón verde y oculto a la ciudad, a ras
de suelo; pensaba que era lo ideal, nada de miradas holísticas de la sociedad,
sino puro primer plano. Pensé que mi hija menor que era más extrovertida y
graciosa haría amiguitos en el patio, pensé tantas cosas. Sin embargo, al año
de vivir aquí (a sus 3 años y 6 ó 7 meses), note que su deseo de hacer amigos
desaparecía y en cambio jugaba sola y se imaginaba cosas, la noté cada vez más
intrépida, osada, callada, loquilla... extravagante... ida. ida, ida. Con 14
meses viviendo en este nuevo refugio, de pronto éramos 3, la más chica parecía MUDA, ausente, ausente, ausente y llegue a zamarrearla pidiéndole que me
mirara, que me hablara, que yo estaba aquí para ella y por ella.
Va un año (quizá mucho más) desde que empezó a evadirse y 10 meses de que
estuvo más ausente y que tuviera sus regresiones. Ha vuelto su sonrisa, su
ánimo y tiene islotes de completa conexión, pero tiene autismo, mejor dicho está dentro del TEA, y si no hubiera
tenido la regresión en enero de 2015, quizá nunca lo habríamos notado porque
era poco, muy poco... sutiles diferencias con sus pares, pero la regresión la
dejó atrás de su generación y más extravagante y ahora con el diagnostico
como un letrero intermitente sobre su cabeza, es "especial" y eso lo
hace tan difícil... no quiero que la discriminen ni que le tengan pena pero no
puedo obligar a nadie a aceptarla de manera natural. Es tan difícil aceptar un
diagnóstico que me ha hecho escribir desde las tripas como pensé que nunca
volvería a hacerlo.
Tengo rabia
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