Hasta que me alcanzaste eh!

Ayer era el cumpleaños de J, y aunque al levantarnos no me había acordado, pronto caí en la cuenta. Como ya no lo había saludado a primera hora, entonces decidí no saludarlo ¿para qué? Para sorprenderlo en la noche ¿con qué? Con una torta ¿qué pensaron?
Sin embargo, entre camas, aseos varios y otros, la mañana ya casi se había ido, pronto serían las 12 y debería ir por Darío. Así que lo de la torta quedó para después de almuerzo. Lo más gracioso es que como nunca, con J habíamos hablado mucho por teléfono, incluso lo llamé puro para “no saludarlo” más de una vez y dejarlo pensando que no me acordaba.
Volvimos con Darío de la escuela y mi plan iba perfecto, hasta que J volvió a llamar:
-juntémonos en el cine… de La Reina.
-(¡glup!) ¿No puede ser otro día?
- no pos, es que es para aprovechar la promoción de cumpleaños.
¡Puaj! Me jodio, ahora como volvía sorpresa “mi sorpresa” que aún no empezaba. No es lo mismo tenerle una torta sorpresa a alguien que cree que no recuerdas su cumpleaños, que a alguien que cree que te recordó su cumpleaños.
Sentí tanta impotencia que le dije que me había arruinado la sorpresa, que ya no tendría gracia porque la incertidumbre sobre si recordaba la fecha o no, se había acabado y pasaba a ser como si él me había dado la idea.
Al final recordé que él me había comprado el chocolate para la torta (el día antes) y la hice igual, siempre con la idea de que no resultaría… que las claras no se batirían nunca, que tendría que intentar una y otra vez la mezcla, que el horno me traicionaría, que al final el bizcocho se bajaría, etc. Pero fue todo al revés.
Así que por "lo tarde (gracias al transantiago) mini celebramos" con torta.
Otro día la receta :P